“En pie de guerra” es un
libro publicado en 2006 por el autor mexicano Carlos Cuauhtémoc Sánchez,
perteneciente a la saga “Sangre de Campeón”.
Desde mis inicios en el
institutos nos han impuestos libros de Carlos Cuauhtémoc, en los cuales se
nos prometían novelas emocionantes, cargadas de valores y enseñanzas, donde, a
la hora de hablar de estos, se mencionaba mil veces más las “enseñanzas” antes
que los otros factores igualmente importantes como la trama, el desarrollo de
la historia, la prosa, la narración, los personajes… eclipsando la ética a la
estética. ¿Y esto por qué? Porque cada uno de los libros de la saga de Sangre
de Campeón, lo único en lo que buscan resaltar, es en las moralejas “bonitas”,
puesto que carecen de todo lo demás –e inclusive, las enseñanzas que se buscan
a dar no es que sean hechas de forma ingeniosa o muy sinceras…
En esta ocasión me han dejado a
leer un nuevo libro de este señor –que por suerte es el último que me impondrán
de él–. Gracias a esto les presento esta crítica. En el momento en que lo tuve
en mis manos, debido a que el año anterior tuve que leer “Un grito desesperado”
(el título describe perfecto cómo quedé al leerlo), pensé en malas expectativas.
Y sin embargo, decidí olvidarme de ello
y solo adentrarme a mi tarea, pensando hasta en hablar de él al acabarlo.
La historia es acerca de la vida
de Felipe y cómo se enfrenta a las drogas día a día, rodeándoles estas siempre
sin percatarse. Y hablando de Felipe, es puntual comenzar diciendo que, los
personajes, incluyendo al propio Felipe, ¡son capaces de acumular información
aprendida de memoria! Esto porque son personajes difíciles de creer, los cuales
en verdad carecen de notabilidad o por lo menos de personalidad. Y en el
momento en que empiezan a hablar sobre las drogas, es mucho peor; en ese
instante pareciera que, en lugar de ser una persona contándole a la otra, fuese
una computadora recitando un texto de Wikipedia o El rincón del vago.
Al ser run libro cuyo fin
principal es tocar un tema específico, de forma educativa, y hacer que los
lectores se interesen y adentren a él, debería de cuidar que las partes en las
que empieza a abordar dicho tema, no se haga tedioso o se perdiese esa conexión
lograda por quienes hablan y pase a parecer un aburrido documental. En pie de
guerra cae en este error. Libros con esta misma forma como “El mundo de Sofía”,
si bien es cierto que se explayan mucho sobre la información, por lo menos
durante dicha exposición de conocimientos, no se siente tan densa la cátedra. Pero
Cuauhtémoc, al parecer nunca leyó obras de ese estilo. A veces la catedra sobre
las sustancias psicoactivas no encaja con el momento, tornándose incomoda.
Incluso, cómo es posible que
mientras una niña se esté muriendo por sobredosis, el doctor, en lugar de estar
pendiente a su trabajo y a los afectados, se empeñe en tomarse largos minutos
para hablar extensamente de una droga, como si tuviese al frente eruditos que
no les importa la salud de la muchacha, sino aprender sobre las drogas; y
encima, quienes le oyen, en vez de reaccionar nerviosos y aterrados tras cada
palabra agobiante, volcán toda su atención sin inmutarse y cuando llega la hora
de reaccionar, el narrador describe unas cuantas preocupaciones inverosímiles apenas.
Además, en otro capítulo, a la prima de Felipe, Itzel, la piropea un sujeto que
se sospecha de ser responsable de haber drogado a la jovencita que se moría, y
el tío, en lugar de demostrar inquietud o cólera, como haría cualquier caballero
u hombre irracional, casi ni reacciona.
La narración es pobre. Está en primera
persona, siendo Felipe el encargado de ello y aun así, por momentos se siente
como si fuera un narrador omnisciente en tercera persona, pareciendo que quien
escribió no tuviese experiencia en la escritura, por tal ambigüedad fácilmente
evadible que genera. Los eventos y giros suceden raudos. Por ejemplo, en el
mismo día en que a Felipe casi se mete en un problema, porque encontraron en su
casillero drogas, la chica que lo defiende, a la salida le invita a una fiesta,
y en la siguiente página ya se encontraban bailando. Y lo peor es que dicha
chica, llamada Jennifer, le confiesa a Felipe que está enamorada de él. Pero…
¡ese amor no se lo cree ni cupido enguayabado! En lugar de tomarse un tiempo
para hablar de ese romance y cómo esos sentimientos fueron germinando en el
corazón de los dos adolescentes, o dar una introducción sobre esto, para hacer
más creíble o enganchar y crear más apego por esa relación, ya que no termina
de convencer, el autor decide limitarse a contar cuando esta le dice que le ama
y cuando él nos confiesa que siempre la había amado –expresado de forma simple,
que no trasmite nada.
Y no es solo en ese amorío pobre
que ocurre; durante todo el desarrollo la prosa carece de descripciones que
logren hacer afable las palabras.
Otro defecto yacente en la obra
es cierto grado de petulancia y discriminación hacia grupos como los emos,
darks y metaleros. En una parte, mientras Felipe caminaba por una calle llena
de puestos de este tipo, asustado, hace el siguiente comentario al narrar:
“Procuro calmarme y pensar que se
trata solo de jóvenes comunes y corrientes.”
A ver… Aunque hagan actos
extrovertidos o cosas que resulten llamativas o raras, eso no quiere decir que
sean alienígenas provenientes de alguna estrella mórbida a años luz de
distancia cuya cultura resulta tan alejada de la humana. También, Cuauhtémoc,
al describir a los metaleros, no pudo haber encontrado otra forma más patética
e ignorante, diciendo que son sujetos que siempre andan con camisas de bandas
de metal y que “escuchan Thrash metal, Death
metal y todo lo que termine en metal”.
¡Por favor, qué pedazo de descripción acerca de una persona que escuche Metal!
Esperen… ¿que los metaleros también pueden vestir con ropas que no sean negras
y esta es una forma muy banal y anticuada de referirse a ello, notándose que se
es un desinformado prejuicioso? ¡Pues claro, señor Carlos Cuauhtémoc!
Y como si no fuese suficiente,
faltan los dos últimos puntos negativos a nombrar; la cereza en el pastel. A
partir de este punto se presentan spoilers que podrían arruinar la
experiencia para quienes deseen leerse por su cuenta el libro, así que
recomiendo, si no desean saber ciertos aspectos finales, detenerse aquí e ir
hasta los renglones concluyentes.
El desenlace es un pobre cliché.
Es el típico caso en el cual la niñita inocente, que no mataría ni una mosca,
termina siendo la autora intelectual del crimen, acompañada de otra
trivialidad: lo hizo porque estaba enamorada del protagonista; siempre lo estuvo,
mas él ni siquiera sabía que existía, y por ello, llena de celos y enojo, debía
matar a la competencia, la mujer que era dueña del corazón de su “crush”,
porque le guardaba envidia, ya que era lo que ella quería ser y además tenía el
corazón de Felipe.
Y en la cima se encuentra que, diversos
sucesos se resuelven de manera sencilla. Desarrollo de casos innecesarios que
aunque aporten información, no tienen una justificación de ser. Es decir: Deus
ex machina. Y si bien, es cierto que hay escritores que usan este recurso, al
menos algunos lo hacen de forma entendible o perdonable, como es el caso de
algunos griegos (Eurípides, Sófocles…). Pero en el caso de Carlos Cuauhtémoc,
el descarado recurre mucho a él. Hasta para cerrar el basurero. Al final,
Felipe está a punto de ahogarse, porque cayó al agua borracho (vaya idiota
donde hubiese muerto así; aunque hubiese sido hasta un mejor final eso), de la
nada llega un ángel llamado Ivi (literalmente, tal cual, un ángel) y le
sermonea acerca de alcohol y su estupidez, salvándole la vida. Este ángel es un
personaje que aparece en el primer libro de la saga: “Sangre de campeón”, por
lo cual para quienes no lo hayan leído se les tornará sumamente raro e
inexplicable. Esto da la impresión de que la obra no lograse sustentarse por sí
misma sin recurrir a personajes olvidados de tres libros atrás. Pareciera que
al escribir ese capítulo, el autor estuviese desesperado por encontrarle
salvación a su personaje y recuerda que tiene un ángel; sirviendo Ivi de “Deus
ex machina”.
|
Cuando estás a punto de ahogarte, pero te salva
el ángel que conociste años antes. |
Oh, y la moraleja, ese aspecto
positivo que los fanáticos de la saga idolatran, en realidad, no es tan buena,
ya que, si bien dice que no consumamos drogas (pero, eso es algo que hasta un
violador podría decir y nadie le aplaude), la forma en que lo da a entender, es
de una forma muy radical, en el sentido que prohíbe de forma severa hasta el
alcohol y las bebidas energéticas, como si fuesen el mayor pecado realizable
por un humano. El mismo Felipe lo dice, al prometer que nunca tocará siquiera
aun mínima gota de cebada: “Y eso jamás
cambiará…”. Ello, acompañado de la notable religiosidad extremista. No he
dicho que la religión esté mal, si no que cuando se dice de forma tan radical,
al igual que cada cosa en la vida, resulta ofensivo e incómodo.
No obstante, no todo es malo.
Entre los aspectos positivos del libro están:
…. Que es el último libro de la
saga que escribe este man :v (Okno).
En realidad, entre las cosas que
le darían puntos, en la cima se posa su tema: las drogas. Es un tema amplio y
del cual se le debe hablar a los jóvenes; es cierto. Aun así, no es tampoco un
manual implacable y minucioso sobre ellas, como lo quieren dar a vender las
editoriales y el propio creador, cuando dice que su libro “no puede faltar en
tu biblioteca”. En lo personal, considero pedante el que un autor se exprese de
su obra diciendo que es indispensable, puesto que en lugar de sentenciar
afirmaciones narcisistas, debería permitir que fuese el lector mismo quien
decidiese si obtenerlo o no –esto no implica que deba dudar entonces de su
calidad, aunque en el caso de Cuauhtémoc… sí se debe dudar de su calidad, ya
que no tiene tal cosa.
Pese a la ignominia expresada,
debo admitir que la parte en que Felipe y su padre van a un centro de estudio
de drogas y se topan con un muralista, es rescatable. El mural del pintor es
ingenioso, debido a su creativa interpretación.
Además, lo bueno es que al ser un
libro sencillo de leer, sirve para adentrar a alguien en la lectura –pero
habiendo mejores opciones–; El error está cuando se estancan en lecturas de
este tipo.
Una obra simple, no muy trabajada
más allá de la recopilación de información. No la recomendaría, salvo por su
tema. No le daré ninguna calificación, puesto que esto no es una reseña;
pretendo sí dar mi opinión de la obra, empero no en sentido calificativo sino,
analizador y estructural. No obstante, creo que está muy claro que no me gustó –tampoco
es que sea la peor cosa que haya leído.