viernes, 24 de noviembre de 2017

Reseña: "Apología de Sócrates", de Platón

Apología de Sócrates”, es una obra del filósofo Platón, encargada de narrar cierta perspectiva de la defensa de Sócrates ante el tribunal ateniense, que le acusaban de corromper a la juventud y no creer en los dioses griegos.  

«Si creéis que matando a los hombres evitaréis que alguien os reproche vuestra vida irregular, no razonáis con rectitud. Pues vuestro comportamiento no es eficiente ni digno, y sólo hay uno más bello y noble: tratar de que cada uno llegue a ser lo mejor posible. »


Sócrates, el filosofa probablemente más importante para la historia de la filosofía en occidente, puesto que es este quien consigue imponer un comienzo a esa racionalidad que se venía presentando años antes por parte de sus antecesores, los llamados presocráticos. Y este apelativo sirve para reiterar su importancia en el tiempo. Es en esta obra que nos dirigimos a un periodo importantísimo de la historia, donde verdaderamente la filosofía pasa a crear al primer eterno Sócrates, puesto que es con este suceso, con su muerte, que nace el Sócrates eternizado y aclamado por muchos que los eruditos conservan hasta hoy y conservarán hasta el mañana lejano, sin que deje de causar interés, tanto su vida como sus pensamientos, los cuales vendrían a ser lo mismo que su propia vida, puesto que durante la defensa de su existencia, estaba también intentando salvaguardar su razón, que era lo que le otorgaba vida y lo que se encargó de inmortalizar su vida, la cual se fundió con los otros aspectos.
Leí este libro por vez primera a mediados de este año, y ya que lo releí este mes en busca de cierta frase que no había señalado, aprovecho para –además de volver a jactarme con sus páginas–, hacerle una reseña a tal creación, digna de ser reseñada, estudiada, y aplaudida.  
La obra parte desde la propia voz de Sócrates, quien desde el inicio domina audazmente el tema, buscando su salvación; mas no humillándose ante sus acusadores, si no, demostrando con razón por qué los cargos por los que se le señalan son insustanciales, llegando hasta a dejar en ridícula las afirmaciones de sus acusadores, gracias a su construida argumentación.
En este dialogo socrático, el protagonista se expresa de una manera emotiva, donde se llega a sentir exaltada la filosofía y la sabiduría, por la forma en que se refiere a ellas y da valor de sus importancias. Además de ello, aparece aquí la célebre frase: “Solo sé, que nada sé”, donde más que admitir su ignorancia para abrirse a la adquisición del conocimiento, Sócrates responde a la incógnita que circundaba por el pueblo sobre si él era el más sabio de los hombres.
Tal incógnita fue contestada en afirmación por el oráculo de Delfos. Y como este –tenían la creencia los atenienses– jamás se equivocaba, Sócrates se dio, curioso, a la tarea de hallarle significada a tal premisa, puesto que no se consideraba tal cosa. Entonces nuestro filosofo acude donde los hombres que se jactaban o señalaban como los más sabios de Grecia, entre los que he de destacar a los poetas. Sócrates vio que en realidad estos no eran tal cosa que decían ser y hasta los encontraba inferiores en cuanto a cualidades cognoscentes. Y es entonces cuando por fin interpreta lo dicho por el oráculo: él era más sabio que todos los otros que se ufanaban de su saber, puesto que, pese a no saber mucho, era cognoscente de su ignorancia y al aceptarla, esto le acercaba más al conocimiento en el sentido que le permitía sobrepasar a aquellos pretencioso; por ende, era sí cognoscente y sabio, ya que no negaba su desconocimiento. Y por ello termina diciendo “solo sé que nada sé”. Aunque la frase en verdad es más larga, y esta que leemos es una síntesis de la original, la cual es la siguiente:
“Este hombre, por una parte, cree que sabe algo, mientras que no sabe [nada]. Por otra parte, yo, que igualmente no sé [nada], tampoco creo [saber algo].”
Así, el filósofo logra contradecir el argumento acusatorio, en un extenso discurso que consigue darle la vuelta a la verosimilitud de las declaraciones. Pese a su prolongamiento, esto es necesario para que su defensa sea hermética. Alguien le pregunta:     
«¿No te avergüenza, Sócrates, el que te veas metido en estos líos a causa de tu ocupación y que te está llevando al extremo de hacer peligrar tu propia vida?»
A éstos les respondería, y muy convencido por cierto:

«Te equivocas completamente, amigo mío, si crees que un hombre con un mínimo de valentía debe estar preocupado por esos posibles riesgos de muerte antes que por la honradez de sus acciones, preocupándose sólo por si son fruto de un hombre justo o injusto. Pues, según tu razonamiento, habrían sido vidas indignas las de aquellos semidioses que murieron en Troya, y principalmente el hijo de la diosa Tetis, para quien contaba tan poco la muerte, si había que vivir vergonzosamente, que llegó a despreciar tanto los peligros, que, deseando ardientemente matar a Héctor para vengar la muerte de su amigo Patroclo, a su madre, la diosa, que más o menos le decía: "Hijo mío, si vengas la muerte de tu compañero Patroclo y matas a Héctor, tú mismo morirás, pues tu destino está unido al suyo”. Después de oír esto, tuvo a bien poco a la muerte y el peligro, temiendo mucho más el vivir cobardemente que el morir por vengar a un amigo, replico: “Prefiero morir aquí mismo, después de haber castigado al asesino, que seguir vivo, objeto de burlas y desprecios, siendo carga inútil de la tierra, arrastrándome junto a las naves cóncavas”.»

Cabe aclarar que, esta no es una obra que pretenda estudiar de forma minuciosa ciertos temas y filosofar a profundidad, o ser un libro para ser analizado por eruditos que presumen de comprender a Kant, Schopenhauer, Nietzsche, Hegel… Pretende más bien, solo enseñarnos una perspectiva sobre la condena injusta de Sócrates, más allá de las cualidades que el lector le encuentre desde su subjetividad. De hecho, su comprensión no es lidiosa y es de esos libros por los cuales se puede comenzar a leer directamente a los filósofos –en este caso, a Platón.    

En el libro se habla constante de la sabiduría, la muerte... Al Sócrates estar expuesto a una condena de muerte, este se da a la tarea de expresar su tranquilidad ante la idea del más allá, puesto que para él, temerle a la muerte sin conocerla, es presumir de conocer algo que se desconoce. Y ya que no tiene pruebas de si es mala o buena, no se inmuta ante el pánico; la vislumbra con entusiasmo y optimista, creyendo que encontrará la respuesta al enigma que turba a muchos: ¿qué ocurre al morir? Esta pasión por el conocimiento que sobrepasa los temores, por medio de la curiosidad digna de un científico y filósofo, sumadas a la defensa del valor de la filosofía y de la sabiduría, expresados de forma serena y clara, hacen de la Apología de Sócrates una obra emotiva y afable que brinda perspectivas sobre estos temas, capaz de anidar esa sensación de asombro y reflexión en el lector.



  

1 comentario: